Es de sobra conocido que quien tiene una vivienda en propiedad tiene un tesoro. Casi un yacimiento, a la vista de los precios que maneja el mercado residencial. Pocos activos se han revalorizado al ritmo que lo están haciendo las casas. Esto significa que quien compró su vivienda habitual hace cinco o diez años —y no digamos entre 2008 y 2013, periodo en el que el precio bajó tras el pinchazo de la burbuja— tiene entre sus manos un bien que ha incrementado su valor de forma considerable.
Vendo mi piso para vivir más desahogado: así es el ‘downsizing’ inmobiliario
La gran revalorización de los inmuebles motiva a algunos dueños a desprenderse de su vivienda y comprar otra más barata para obtener liquidez o liquidar la hipoteca