En la conversación pública sobre energía y sostenibilidad siempre hay dos voces: la que habla de megavatios, cifras y proyectos, y la que pregunta por el hilo ético y la responsabilidad que los sostiene. En el México de hoy (con sus tensiones sociales, económicas y políticas), esa segunda voz empieza a sonar con más fuerza: exige, además de eficiencia, coherencia entre lo que se enciende y los principios que lo alimentan.

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