Cada enero arranca con una lista de propósitos que se repite de forma casi automática: hacer más deporte, mejorar la alimentación, dedicar más tiempo a uno mismo o aprender algo nuevo. Sin embargo, hay un propósito silencioso que rara vez aparece escrito, aunque condiciona a todos los demás: la salud financiera. No tiene que ver con ganar más dinero, sino con vivir con tranquilidad y sentir que las decisiones económicas encajan con la vida real sin generar sobresaltos.

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