Un grupo de adultos sentados en una parada de autobús con sus móviles.

La revolución digital que vivimos es constante, permea cada vez más aspectos de nuestra vida cotidiana y, al mismo tiempo, deja atrás a una parte creciente de la población. En particular, las personas mayores enfrentan una doble presión: por un lado, la necesidad de adaptarse a nuevas herramientas y servicios; por otro, la sensación de que, si no lo hacen, se quedan fuera o pierden autonomía para actividades para las que hace no tanto, eran autosuficientes.

Seguir leyendo