
La revolución digital que vivimos es constante, permea cada vez más aspectos de nuestra vida cotidiana y, al mismo tiempo, deja atrás a una parte creciente de la población. En particular, las personas mayores enfrentan una doble presión: por un lado, la necesidad de adaptarse a nuevas herramientas y servicios; por otro, la sensación de que, si no lo hacen, se quedan fuera o pierden autonomía para actividades para las que hace no tanto, eran autosuficientes.