Los Reiner eran, como diría Tolstoi, una de esas familias felices que se parecen entre ellas, una más, como todas. Pero cargaban con un peso que, efectivamente, las hacía infelices a su manera. El hijo mediano de Rob y Michele, Nick, tenía muchos problemas. De adicciones, de salud mental. A sus 32 años, vivía con sus padres. Ellos estaban más que preocupados, lo comentaban con sus amigos más cercanos: los Obama, los Crystal. Pero probablemente nunca imaginaron que sería Nick quien pusiera fin a sus vidas.

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