Una de las películas navideñas por antonomasia se estrenó en verano: en junio de 1984. Fue concebida como una película diminuta realizada por y con desconocidos de la que se esperaba poco o nada, pero acabó recaudando 150 millones y siendo superada en taquilla únicamente por Indiana Jones y el Templo Maldito y Cazafantasmas (qué buen año para ser adolescente). Era tan inclasificable que acabó modificando para siempre el sistema de clasificación por edades de Hollywood y aún hoy hay debate sobre ella.

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