El cineasta Eduardo Casanova, con su gata 'Costra', en el salón de su casa en Madrid, en 2023.

Cada vez que Eduardo Casanova abre la boca, sube el pan. Y él lo sabe, pero no debe de importarle. Pocas personas públicas reciben tantos insultos como él. Es imposible ignorar la virulencia con la que el comentarista medio se dirige a este actor y director. Con promociones kamikazes como la que hizo con La piedad, Casanova se ha granjeado el odio de un sector de la ciudadanía al que puedo englobar dentro del eufemismo “nostálgicos del Régimen”. El problema que tiene esta gente con Eduardo Casanova es lo visible de su homosexualidad. El tipo de persona que dice que “a nadie le importa con quién te acuestes” es a la que le importa, y mucho, con quién se acuestan los demás. Gente de orden que ahora llama sidoso a Casanova porque él tiene VIH y lo ha dicho públicamente.

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